La fantasía; un regalo neuronal caído de la mente. Una experiencia extrasensorial que en ocasiones se nos escapa a la inteligencia y, entonces, recurrimos a la imaginación; todos tenemos de eso y quien crea lo contrario no sabe lo que es el punto C ni se ha molestado en encontrarlo –en la cabeza, por supuesto-. La fantasía, como la imaginación, es fácil de estimular si se utilizan los ingredientes adecuados, crece como la espuma, es personalizable por cada individuo, es adictiva y, confirmado por las organizaciones de mayor prestigio estadístico del continente, es gratis. Quizá no; hay que atender, luego te hace pensar, y eso cuesta mogollón.
Podemos dibujar en el cielo nubes con las formas más inusuales, salidas de nuestro inconsciente. Incluso con los ojos abiertos, empujados por nuestros deseos, encontramos la capacidad de ver lo que no hay, hasta crearlo, hasta creerlo, y así lo hacemos real. Fantaseamos con lo que el corazón está pidiendo a golpes, con cada latido…
Aquí, una pieza de quince minutitos de latidos radiales, encontrada llena de polvo, enterrada bajo un montón de años. Un descubrimiento inesperado. Una bocanada de radio fresca, en medio de un terreno encrespado hasta la saciedad con historias de terror.
Audio datado en la década de los años ochenta. Título y autor desconocido.
RNE. Cuadro de actores: en el papel del padre, José María del Río, en el papel de la madre,
Pilar Quintana, Eloisa Mateos es el niño y Lourdes Guerras, la narradora de la introduccion y el cierre.
Resto del equipo, desconocido.
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